“Ivan-off”, La Casa de la Portera se despide con Chejov
“Iván-off”, la obra con que se inauguró La Casa de la Portera, cerrará el espacio desde el que ha emanado el drama y la oscuridad de esta versión de una obra de Chejov.
Iván-off. Si me pongo a pensar en aquella tarde, hace semanas, en que me senté frente a la función, antes de mirar todo lo que anoté, descubro una sensación de pesar en el estómago que me genera cierta reticencia a indagar en lo que sentí allí. Ese pesar es similar al que se asienta los días en que la duda se hace dueña y señora de las reflexiones, es el mismo peso que se instala esas mañanas que empiezan con la misma pregunta que te acompaña al meterte en la cama, el mismo que va unido a esa obsesión incómoda y recurrente. Al recordar Iván-off suspiro, miro hacia arriba y ahí está la nube negra, la tormenta pasajera, el nido de cuervos. Cread la imagen que más se os adapte, pero aquí la tengo, e imagino no ser la única.
Esta obra va más allá de esta carga emocional -efímera e intermitente en muchos casos, por suerte-, y desenvuelve poco a poco la complejidad psicológica de quien alimenta la oscuridad y se ve atrapado por ella, que no posee una nube, sino un cielo que cubre sus pasos cada día, permanentemente. Iván-Off es el retrato agonizante de un hombre próspero, que lo tiene todo en la vida, pero la negrura inunda su enriquecida monotonía y cubre su rostro y sus emociones con la fuerza calma de una enfermedad que se genera en la mente.
José Martret adapta y dirige esta versión de Ivanov, obra del dramaturgo rusoAnton Chejov, maestro en la disección de la condición humana, de sus ironías, su belleza, y su corrupción, como queda patente también en esta adaptación. Iván respira en una vida que no es la que desea. Uso el verbo respirar porque creo que es lo único que hace para continuar vivo, todo lo demás es pura acción mecánica, porque en sus días casi no se siente un latido, se deja llevar, por quienes aparentan ser buenos amigos, por su familia, por el juego, por el dinero, por la rutina y la adormecedora neblina de su ánimo. El personaje que interpreta Raúl Tejón va a la deriva, mira al precipio al que le empuja la depresión, y se deja seducir por la incomprensible facilidad para sucumbir a la tristeza.
Sentados tan cerca de aquel hombre que desprende una sangrante melancolía, puedes sentir cómo la depresión le agarra el cuello, y al mismo tiempo que quiere soltarse, es él mismo quien anuda más fuerte. Agonizas con sus lágrimas, te inunda una sensación de apatía gris, temes el contagio de aquella espiral que cubre con un tupido velo la realidad y la vuelve oscura, distorsionada.
Alberto Puraenvidia se encarga de la ambientación de este espectáculo que mantiene al público nadando entre dos espacios diferentes, dos sensaciones opuestas y desequilibradas. El despacho de Iván es su soledad, su rincón para regodearse en el fango, la austeridad y la apatía inundan la sala que más vinculo a la obra. Por otro lado, el texto contiene pequeñas cápsulas de humor que sirven para respirar y sacudirte el peso de los hombros, porque la depresión pesa, mucho. La casa de la familia Leyva, cuyo patriarca es el magnífico -siempre, se vista de quien se vista- Germán Torres (Mejor Actor de Reparto de la Unión de Actores por este papel), es el punto luminoso de la obra, la ironía, el único lugar donde la sonrisa puede tratar de hallar su lugar. Carmen Navarro y Rocío Calvo, formaron un equipo sublime, qué comicidad tan contenida, sin necesidad de texto, sólo la forma de mirar, agujereaban el estado depresivo en que íbamos cayendo todos. David González, Sabrina Praga, Javier Delgado, Iván Villanueva, y Cristina Alarcón, completan el elenco que aquel día desplegó matices en esta puesta en escena compleja y donde el baile de personajes y personalidades me parece una obra maestra de Chejov, y un ejercicio brutal para Martret.
La Casa de la Portera comenzó a recoger historias el 8 de marzo de 2012 con Iván-Off, y el próximo mes de junio nos despedimos de su mítica Duquesa de Alba, de los estrechos pasillos, de esa luz amarilla, del espacio donde nacieron grandes regalos comoCenizas o Secundario; y lo hace con su montaje inaugural, cerrando un círculo, una etapa.
Me resulta curioso que la última idea que me venga a la mente con respecto a la obra sea la imagen de cómo todos claman por la vuelta del antiguo Iván, cuando él mismo sabe que se está desprendiendo de la realidad, pero se hunde, y cae, y cae, y cae. De alguna manera, muchos nos aferramos a la ilusión de que aquella casa donde hemos descubierto a personajes tan amados no desaparece, que se queda. Pero como acabo de despejar de un manotazo la pesada nube, la negrura no va a ser el punto y final de esta crítica, sino el firme convencimiento de que el recuerdo de lo vivido en La Casa de la Portera permanece, aunque sus puertas no vuelvan a abrirse. Es lo que tienen las historias, que son eternas, y al fin y al cabo, eso es lo que ha sido siempre, una casa para las historias que otros nos han dejado vivir.
IVÁN-OFF
JUEVES y VIERNES 20h
SÁBADO – 18h
DOMINGO – 13h
Versión y Dirección: José Martret.
Espacio Escénico: Alberto Puraenvidia
Reparto: Raúl Tejón, David González, Sabrina Praga / María Salama, Javier Delgado, Roberto Correcher / Iván Villanueva, Asun Díaz, Maribel Luis, Germán Torres, Cristina Alarcón.
Ambientación musical: Antonio Martín.
Ayudante de dirección. Pablo Martínez Bravo.
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