De Taganroc a Lavapiés.
Ivanoff, el fin de una época.
El arte es algo indescriptible que nos arranca de la realidad y nos abstrae hacia un mundo que el resto de los mortales no observa pero que el ojo del artista sugiere a través de las formas o de la esencia de su obra. El teatro es un arte que nos revela de primera mano aquello que como seres humanos, vivimos y no sabemos expresar, para eso está el teatro, para poner voz, forma y sentido a ese sinsentido que es vivir.
Hay un autor al que se le rinde culto por su extraordinaria manera de sugerirnos todo aquello que no decimos con las palabras, analista de esos caminos ocultos del alma, de esas pasiones podridas por la cobardía que no nos dejan avanzar. Este autor, ruso en esencia, era un gran humanista, de él decían que era muy buena persona, muy elegante y estilizado cuando caminaba por su Taganrog natal, medico de profesión. Aunque será siempre recordado por ser uno de los mayores dramaturgos de todos los tiempos, el autor que supo describir aquello que el alma esconde y se queda oculto detrás de nuestros estúpidos rostros y discursos. Me refiero a Antón Chejov.
Durante tres años he tenido la gran oportunidad de ser un espectador en una de las funciones de este autor y como persona he aprendido más que en cualquier universidad, master o demás titulitis que solo sirve para enmarcar nuestros egos. Al igual que el ego de nuestro personaje que poco a poco se vuelve oscuro, opaco, gris, alguien que se convierte en una sombra de lo que fue. Iván, es alguien que ya no puede luchar mas, que ha tirado la toalla y con ello culpa a todo su entorno, se agarra con uñas y dientes a quienes le rodean y se hunde como si poco a poco cayera en unas arenas movedizas y lentamente desaparece ante nuestros ojos hundiendo con él a todo el que tiene a su alrededor.
Ser testigo de esto es parte de mi oficio que es el de actor (seres en vías de extinción), esto no tendría ninguna novedad, es algo normal ver este proceso, pero lo que he observado a lo largo de 350 funciones ha sido la extraordinaria bajada a los infiernos de Iván o lo que es lo mismo, el viaje y el despeñarse el alma de Raúl Tejón, actor inconmensurable, que todos los días, repito, todos los días, puso su alma al servicio de la función y de los espectadores. Lo he visto batallar cada día, enfermo, triste, cansado, con desasosiego, alegre, de todos los colores pero siempre, siempre, su trabajo y su exposición a ese lanzarse al vacío ha sido impecable. Su trabajazo es el de los actores de raza. No me gusta compararlo con nadie, pero su fuerza era la del aquel gladiador que salía a la pista, aquel Russell Crowe, potente, oscuro, misterioso, en sombras pero que sale a la arena a morir cada vez con la misma dignidad. Si estuviéramos en otro país, Raúl sería un referente en las escuelas de interpretación. Su forma de ejecutar su gran monólogo del tercer acto, como asume todas las envestidas de los demás neuróticos personajes, es digno de mostrar en estas escuelas, él sí que es un gran referente patrio, lo tenemos aquí, no hay que mirar siempre fuera. Gassman era Il mattatore, Tejón es Il gladiadore.
Cada día durante esos 350, cuando llega el momento que le dice Iván al personaje de Carlos Leyva: ¿Qué me está pasando? uno duda si es Raúl o es verdaderamente Iván el que habla. En estas últimas funciones le he visto llegar a lo mas hondo de su alma, soltó el dique de contención y nos traspasamos con la emoción de un Tsunami, le he visto suplicarme ayuda y cada día he tenido que recomponerme y seguir con la escena, pero les garantizo que hay que ser fuerte para no ver esa mirada desoladora que pide auxilio desamparado por su flaqueza en un mundo que se le viene abajo. Muchas personas del público se han conmocionado por esta interpretación salvaje. Se puede aprender de los personajes y también de los seres que los encarnan y así con estos 3 años de convivencia he aprendido de Raúl y de su forma de ver la vida. Admiración total y absoluta, así se forja la historia del teatro, con actores como Raúl. Bravo.
También quiero expresar mi admiración por Cristina Alarcón pues ha demostrado que es una actriz inabarcable, sus ganas de aprender, de esforzarse, de no relajarse jamás, de tirar del carro cuando los demás estábamos mas vagos hace de ella una compañera y una profesional excelente. Ella también se ha dejado destrozar, la he visto llorar, suplicarme: ¿qué hago papá? Ella nunca juzgó a su personaje sino que cada día salió a defenderlo como si fuera ella misma y eso es lo que admiro de los grandes actores, que no juzgan a su otro yo en las tablas. Bravo Cristina eres de esas actrices tan necesarias en este oficio.
A los demás compañeros los llevaré grabados a fuego en el alma. Sabrina, Roberto, María, Maribel, Erick, Valen, Navarro, Tocho, David, Asun, Iván, Sole, Pablo, Carmen, Roci, Fenollar y al gran maestro de ceremonias Martret, artífice de este viaje a una Rusia tan española como lo es la casa donde representamos su visión tan diseccionada de una sociedad que se hunde. De Martret podemos decir que ya ha cambiado la historia del teatro en este país. Nos ha dado una lección de humildad, decía: ‘cuando siempre te dicen, no, hay que inventarse nuevas formas’ y lo hizo. La Casa la Portera, es un espacio diminuto pero inmenso en su contenido que su otro yo, Alberto Puraenvidia supo vestir con la mayor atmosfera y credibilidad posible, la escenografía de esta casa tiene vida propia, es un personaje más. Bravo por los dos.
En el daguerrotipo de este humilde cómico se quedarán grabadas esas voces, esos llantos, esas risas, todos somos Iván-Off porque Iván-Off es la vida misma. Chejov imaginó un Iván y Martret lo visualizó en Raúl, esos dos nombre siempre irán asociados. Decir adiós seria cerrar un circulo, prefiero un hasta pronto.
Dice la leyenda
que cuando los actores
dan vida a un libreto
se convierten en almapersonaje
y se quedan pululando
por los escenarios donde han actuado,
hasta que el público
se olvida de ellos para siempre.
Pero nuestro almapersonaje
ha quedado encerrado
entre las paredes de esta antigua casa,
y nunca mas volverán a salir de aquí.
Ojalá recordéis siempre
a estos personajes,
los actores que los interpretaron
donaron una pequeña parte de sus vidas
y os agradecen
tanto amor y fidelidad…
Cuando nadie piense en nosotros
seremos átomos del recuerdo
y por el peso de la gravedad
volveremos a caer en las líneas del libreto
donde esperaremos pacientemente
a que nos saquen a la luz.
Ahora la casa queda en silencio.
En un silencio absoluto.
Y en el gemir de un susurro,
se escucha el eco de todas vuestras voces…
IVÁN-OFF
JUEVES y VIERNES 20h
SÁBADO – 18h
DOMINGO – 13h
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