Ferrán Mateo es fotógrafo y periodista cultural, dedicado especialmente a la arquitectura, el espacio urbano y las artes escénicas. Colabora con varias publicaciones entre las que se encuentran La Vanguardia o el portal de Internet RUSIA Hoy, un portal dedicado a las noticias que tengan que ver con este país, escritas en nuestra lengua. La semana pasada estuvo viendo «IVÁN-OFF» en La CASA de la PORTERA y ha escrito un maravilloso artículo sobre lo que vio y como vivió la experiencia.

Así se presenta él mismo:

«Soy Ferran Mateo y llevo 12 años de pareja de hecho con la fotografía. Vengo de Barcelona y desde una edad temprana me gustó viajar con los libros hasta que cayó la primera cámara en mis manos: a partir de entonces ya siempre tuve una maleta en la puerta. En 2002 di la vuelta al mundo haciendo fotografías para una empresa holandesa. Exposiciones, crítica, libros… he trabajado para arquitectos, teatros e instituciones. Estudié Física, Humanidades y Fotografía en Barcelona y Relaciones internacionales en Madrid. Me fascina Rusia y en cada viaje a este país me da la impresión de pisarlo por primera vez, nunca me deja indiferente. Los fotógrafos son gente increíblemente curiosa que nos descubren muchas cosas, algunas tan cercanas que no las vemos. Camera Obscura es una excusa para abordar muchos temas, la fotografía sólo es el pretexto«.

Un Chéjov en pantuflas

19 de diciembre de 2012 Ferran Mateo, Rusia Hoy
Cuando creíamos haber visto el teatro de Chéjov de todas las formas imaginables –adaptado, abreviado, fiel, tergiversado, preciosista, actualizado, costumbrista…– van José Martret y Alberto Puraenvidia e inauguran con ‘Ivánov’ un teatro de pequeño formato comprimido en la antigua casa de una portera en el madrileño barrio de La Latina. Ya son nueve meses en cartel. Nueve actores que ejecutan dos horas de puro teatro servido para 24 espectadores. Estos son los números. No se puede pedir un Chéjov más castizo.

IVÁN-OFF FOTO FAMILIA SEPTIEMBRE 2012

El nombre del proyecto habla por sí mismo, La casa de la portera. Y desde el principio todo es distinto. Hay que llamar a un móvil si se quiere una entrada. Si nadie contesta, no se puede dejar un mensaje. No queda otra que perseverar. Quien la sigue la consigue. “Te hemos podido hacer un hueco para la sesión de hoy”, leo en el sms que me envían. ¿Un hueco? Recuerdo la fotografía que he visto en su página web. Y sí, son poco más de una veintena de sillas dispuestas a lo largo de las paredes de una habitación. Un Chéjov de andar por casa, pienso. De tapadillo.

HABITACIÓN ROJA 2

El metro más cercano es La Latina o Tirso de Molina. Se debe llevar la dirección exacta apuntada, porque no encontrarás un cartel dominando la entrada con el nombre del teatro y de la obra, como en el Teatro Pavón, a escasos metros.

Allí me cruzo con los figurinistas fumando un cigarro, y unos focos potentes iluminan un gran cartel anunciando la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Paso de largo, tuerzo a la izquierda y reparo en una veintena de personas que esperan en la calle, arracimados en pequeños grupos.

En un primer momento me parecen clientes del Bar Trébol (“Hay caldo, 2€” escrito a mano en la puerta), contiguo a la entrada camuflada del teatro casero, pero no: es el público del Ivánov chejoviano. Perdón, Iván-Off.

Llamo al timbre “BJO. DERECHA”. ¿Me pedirán contraseña?, pienso. Abren sin preguntar. Penetro en la entrada que mantiene parte de la estructura de madera del edificio y, al fondo, distingo una pared revestida de papel pintado. Será aquí, pienso. El pasillo de la casa de la portera es estrecho. Muy estrecho.

Ahí se cocían a fuego lento las historias de todos los vecinos cuando la portera era la custodia. Los ojos que todo lo ven. Al fondo, detrás de un mostrador mínimo, distingo una gran sonrisa. El portador de esa sonrisa me extiende un flyer después de darle mi nombre y comprobar que figuro en la lista. Me invita a salir. “Cuando estén los actores preparados os avisamos”. Salgo a la noche húmeda.

 IVÁN-OFF 2ª Temporada

Nunca antes he visto Ivánov. No es la obra más famosa de Chéjov. Debido a que no es la más producida, supongo. Aunque en los últimos años es reivindicada aquí y allá. Kenneth Branagh y Tom Stoppard en Londres. Ethan Hawke y Austin Pendleton en Nueva York. Y ahora esta versión en Madrid, en el barrio de los Austrias.

Lleva nueve meses en cartel. El boca-oreja es el marketing más eficaz. Ivánov está escrito por un Chéjov de 27 años. Es un personaje sumido en una crisis en la mitad de su vida. Una crisis destructora. Esa edad en que nada tiene sentido o, por el contrario, tanto que del mismo modo te sobrepasa.

¿Cómo lo hizo Chéjov para escribir de una edad que aún no había alcanzado?, me pregunto. Para entonces el escritor de Taganrog ya era médico, había visto huir a su padre acuciado por las deudas, a la familia pasarla canutas y la tuberculosis había empezado a devorarle las entrañas. Dicen que la escribió en menos de dos semanas. La haría con letra de médico, pienso. Ah, y la pistola. La famosa pistola. La que sale en el primer acto que prefigura el final. Ivanov got his gun.

Estamos todos de nuevo en la entrada (la interior, la del papel pintado) y vamos dejando los abrigos, a la rusa. “No, yo me lo dejo puesto por si hace frío”, dice una mujer. “Señora”, dice el de la sonrisa inmutable, “cómo va a hacer frío en una habitación con 30 personas y la calefacción puesta”. Nadie pone objeciones.

“Ya pueden pasar”. Nos disponemos a lo largo de las cuatro paredes, rígidos como cariátides, sobre una especie de banco. El acomodador, si lo hubiera, sería más bien un «encajador».

Ivánov (Raúl Tejón) está en el centro, sentado en una butaca, lee un libro. Estamos tan cerca que podría pasarle la página con la rodilla. Un tic-tac omnipresente, los suspiros de Iván, y el cañón de una escopeta que asoma por la puerta. Es Miguel (David González), primo de Iván. Se acerca por mi izquierda, y me da la sensación de poder apuntar yo mismo el rifle. Es la realidad aumentada. La obra ha empezado. Un disparo de broma nos sobresalta a todos. También a Iván.

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El personaje de Hamlet, de entre todos los de la literatura universal, es el que más ha fascinado a los escritores rusos. A veces pusilánime, dubitativo, paralizado por los acontecimientos. El hombre en la encrucijada cuyo conflicto empuja a Ofelia a la muerte.

Chéjov creó con Ivánov un Hamlet más cómico, a la vez más contemporáneo: sufre porque no sabe por qué sufre. ¿Hastío? ¿Miedo? ¿Nostalgia? Es un Hamlet pasado por el existencialismo francés. Se ha casado con una mujer, Ana (Sabrina Praga), a quien su familia, de distinta religión, ha repudiado y a la que, sólo cinco años después, ha dejado de amar. Y ese desamor le va apagando la vida en la forma de una tuberculosis.

Su marido ha perdido el interés por vivir, amar, sentir. No le importa que muera. Desatiende su hacienda. Le comen las deudas. Chéjov lo convierte en un despojo de hombre y en un héroe trágico a la vez. Y su peor sufrimiento es que es consciente de ello. “A Hamlet le da miedo soñar, a mí me da miedo vivir”, escribió Chéjov en su primera obra teatral.

Pero con todo, Ivánov es la obra más cómica de Chéjov. Corre el vodka,    se perpetran matrimonios para resolver las economías privadas, se reniega de todos y de todo con deliciosa malicia, las tertulias en casa de los Lébedev (los Leyva, en La Latina) se convierten en puro fuego cruzado.

Y, como telón de fondo, comunidades religiosas enfrentadas, el alcohol como única fuga y el metal, el vil metal. Y un médico (Roberto Correcher) que el propio Chéjov ridiculiza como paladín de la honestidad personificada. Pura pomposidad moralista, autocaricatura.

IVÁN-OFF Sabrina Praga Raúl Tejón y Roberto Correcher

En La casa de la portera no hay cuarta pared. Directamente no hay paredes. Nosotros, el público, a veces figurantes, nos movemos de habitación en habitación cuando es preciso cambiar de escenografía. Algún canapé también cae. O unos dátiles.

Durante dos horas se produce aquel “pacto” que suspende el sentido de la realidad. Nos han hecho caer en el mundo Chéjov de cuatro patas. Sí, hay cambios respecto el original. Cuentan en euros, alaban a Islandia y su reacción contra los banqueros. O bien se elimina casi todo referente histórico.

Pero se quedan con el tuétano de Chéjov para hacer el mejor caldo. Pasado por el espíritu de la portera en las lenguas maliciosas de Doña Bárbara (Rocío Calvo) y Silvia Leyva (Maribel Luís), la adinerada viuda buscanobles y la esposa usurera de Carlos Leyva (Germán Torres), amigo de Iván.

IVÁN-OFF Javier Delgado Tocho Rocio Calvo y David González

Suceden demasiadas cosas en un espacio tan pequeño. La cercanía, la energía de todos sus intérpretes, junto con los aguijonazos de Chéjov, rompen todos los diques y se desbordan las emociones.

El público ríe con el alocado conde, que parece sacado de los mejores tiempos de la jet marbellí (Javier Delgado) o llora con la sentida celebración del amor de Sara Leyva (Cristina Alarcón) por Iván. Y cuando ya todos los presentes están rendidos ante esta experiencia, desarmados, aparece la pistola empuñada por Iván, el hombre perdido. Fundido en negro.

Para leer los reportajes de Ferran Mateo en Rusia Hoy pinchar en el siguiente link:

Ferrán Mateo en Rusia Hoy.

IVÁN-OFF (de Miércoles a Domingo).

Miércoles: 21h

Jueves y viernes: 20:30h

Sábado: 18h y 21h

Domingo: 17:30h y 20:30h

Duración del espectáculo: 2 horas.

Teléfono de reservas 649397571 (de 11h a 14h y de 17h a 20h).